domingo, 23 de agosto de 2009

KOYSTONAGU


Andaba el hombre afanado, todavía, en sus tareas diarias...La jornada había sido dura. Se había levantado a las siete, como todos los días. Había tomado un café, y fumado un cigarro, mientras consultaba algún libro técnico, nada de literatura, y como todos los días, encaminó su auto hacía la escuela de Arte, antes denominada de Artes y Oficios.

Recibió a sus alumnos, aprendices de Alfarero, y los atendió durante cinco largas horas. No era normal que se le hiciera tan pesado su trabajo de maestro, al que había dedicado sus últimos 25 años, pero tenía una obra importante entre manos en el pequeño taller de su casa, de la que no podía apartar sus pensamientos. Es por eso que las horas de clase se le habían hecho hoy especialmente duras.

Había acabado, por fin.

Se dirigió a su casa, comió y durmió una hora de siesta, como todos los días. Sabía que al taller debía bajar descansado, con la mente clara. El hombre era un maniático estableciendo las condiciones de su trabajo; le gustaba jugar en los mejores campos y, a ser posible, con ventaja: la luz, los materiales, el espacio y la mejor forma física y mental. De esta manera establecía la infraestructura básica para emprender su labor. Si todo lo exterior estaba en orden, si no tenía ningún motivo para apartarse del trabajo a corregir algo que no estaba adecuado, le resultaba mucho más fácil enfrascarse en sus discusiones con el material, barajar ideas, imágenes, aprisionarlas en la arcilla. Una vez dentro de esa especie de trance gozoso, doloroso, vital, las condiciones ya no le importaban tanto y proseguía durante horas hasta que se sentía realmente agotado, hasta que su vista empezaba a fallar y la habilidad que siempre le había acompañado lo abandonaba.

El hombre había pasado los cincuenta, tenía esposa e hijos mayores,
dos perras y algunos problemas de salud que le restaban capacidades. También tenía una gran voluntad, deseos de aprender y la ilusión de los veinte años.

...Andaba el hombre afanado en sus tareas diarias. Había formulado un nuevo esmalte para aplicar a la pieza que había modelado y debía probarlo en pequeñas placas de arcilla para comprobar que el vidriado era tal cómo él lo había concebido o si tendría que introducir alguna modificación en su fórmula. Estaba pesando los materiales con una gran precisión:

Nefelina Sienita, 62 Carbonato de Lítio 2,5
Carbonato Bárico 16 Dolomita 8
Pedernal 11,5 Zircopax 5

Las mismas cantidades en tres recipientes distintos, para realizar tres colores diferentes. Había añadido agua y se aprestaba a tamizar los materiales ya mezclados.

En ese momento, cuando cogía la brocheta de pelones recortados con la mano derecha, mientras en la izquierda sostenía el tamiz de 100 mallas, empezó a notar un gran dolor en el pecho acompañado de una gran opresión. No había nadie más en la casa y el hombre sintió mucho miedo, tanto, que empezó a sudar y a perder la visión. Además, un gran zumbido se estaba instalando, poco a poco en sus oídos, al mismo tiempo que oía unas voces entrecortadas, casi tapadas por el zumbido, algo así cómo si a un móvil se le fuera la cobertura. Estas voces, ininteligibles al principio, se fueron clarificando paulatinamente, al mismo tiempo que abandonaban su intermitencia, hasta el punto, que el hombre empezó a comprender lo que decían. Claras y potentes sonaban como si estuvieran en el propio taller.


- Madre, el muñeco se me ha roto. El hombre que me diste para jugar estaba muy estropeado y se le han quebrado las piernas. No me duran nada los juguetes que me traes. Quiero otro más nuevo.

- Sabes que –contestó una potente voz femenina- no debemos usar para jugar los hombres nuevos, porque han de quedarse al otro lado haciendo cosas; tienen que trabajar, engendrar, vivir. Si usáramos los hombres nuevos para jugar, muy pronto nos quedaríamos sin ellos.

- Pero yo quiero un hombre, al menos, un poquito más nuevo
- contestó la niña – porque cuando me voy haciendo a él, se me
parte y me da mucha pena. No me duran nada, ya ves, este último
sólo lo he tenido veinte años.



Esta discusión duraría mucho o poco. El hombre no estaba seguro, no tenía ya miedo y no pensaba en su dolor, atento como estaba a estas extrañas voces.

- Vamos a hacer una cosa –añadió la madre- Ahí abajo hay un
hombre que ya ha trabajado, que ya ha procreado, que ya ha
vivido. Podría seguir viviendo pero está algo cansado, no es tan
viejo como los otros juguetes que te he regalado y te podría durar
algo más antes de que se quiebre.

El hombre tardó un rato en cerciorarse de que se referían a él y cuando lo tuvo claro, comprendió también el resto de la conversación. De nuevo sintió miedo, mucho miedo y entendió que había llegado su hora.

- Lo examinaremos de cerca –dijo la madre- veamos que tal están
sus brazos y sus piernas que es lo primero que se rompe.

Aparecieron ante el hombre, ambas criaturas. La madre era grande, gorda, potente. Tan grande era que no cabía de pié en el taller. Había aparecido a cuatro patas y después de estar un rato en esta difícil postura, con inusitada agilidad, teniendo en cuenta su peso y tamaño, se sentó en el suelo. Sus enormes piernas ocupaban buena parte del suelo del taller. La niña estaba de pié y con la cabeza tocaba el techo. También era gorda y, al igual que la madre, proporcionada y de una extraña distinta belleza.

Estuvieron un buen rato, madre e hija, sin hablar observando al hombre que, extrañamente se había tranquilizado y miraba absorto las apariciones. Todavía sostenía en sus manos el cedazo de cien mallas y la brocha de pelos recortados.

En el extremo opuesto del taller, muy cerca de la puerta de entrada, sobre una plataforma de madera, se asentaba la última obra del ceramista, aún sin cocer. Había llovido mucho durante los últimos días y la atmósfera estaba preñada de humedad. El barro estaba tardando en secar. El último trabajo realizado por el hombre era un extraño animal de sólo dos patas, más bien una pata y una mano y de cabeza algo diluida; su cuerpo era prácticamente una espina dorsal. Toda su estructura era esencialmente un gesto.

El horno grande estaba funcionando. Sonaba un potente zumbido. De cuando en cuando se apagaba una lucecita roja y dejaba de sonar. Sobre la mesa de trabajo, un antiguo banco de carpintero reconvertido en mesa de cerámica mediante un tablero recubierto de moqueta, había una balanza de precisión y, delante de ella, tres palanganas de plástico conteniendo material cerámico.

La mujer observaba atentamente todo el decorado. Miraba las estanterías repletas de cubos de diferentes colores, embases de plástico transparente y botes de cristal de diversos tamaños. Miró los dibujos, bocetos de próximas obras y algunos carteles de las últimas exposiciones animando con su colorido las paredes. Había algunas estanterías con libros de monográfico tema. Diversas piezas, ya terminadas, estaban distribuidas por la estancia, en el suelo, en caballetes de modelar...En un extremo, el torno de alfarero. Sobre otra mesa, algunos utensilios propios del oficio: palillos de modelar, cuchillos, rasquetas, medias cañas, medias lunas, raederas, espátulas, punchetas, vaciadores, rodillos y tarjetas visa electrón...Por fin abrió la boca y lentamente, muy lentamente y bajando mucho la voz, para no asustar al humano de pequeñas proporciones, comenzó a hablar:

- Hombre, soy Dolomea la diosa madre, esta es mi hija Acua, la diosa
niña. ¿ Quién eres? ¿ Qué haces ¿ Cómo es tu vida?

- Soy Luis, el ceramista. Trabajo con elementos de mucha trascendencia:
Agua, Tierra, Aire, Fuego y los transformo en objetos duros, hechos
para durar. Mi vida es, por lo general, agradable; tengo días mejores y otros peores, a pesar de ello, me gusta la vida, me gusta mucho la vida que llevo, sobre todo, el tiempo que paso en mi casa, en mi taller.

- Pero se te nota cansado-contestó la diosa- no pareces muy feliz. ¿No te
gustaría descansar, tener una vida plácida, nada que hacer, sólo dejar
pasar el tiempo sintiendo las caricias de una niña?

- Sólo me gustaría lo que me gusta, estar aquí, placidamente, oyendo
la lluvia golpear contra las losetas del patio, respirar esta atmósfera
húmeda y fresca, sentir las caricias del barro entre mis dedos.....

- Sería mucho mejor que vinieras voluntariamente, porque entonces
haríamos un trato. Con o sin trato no tengo más remedio que llevarte
conmigo, al otro lado. Mi hija, aquí presente, necesita un juguete
nuevo, te necesita.

Mientras tenía lugar este intercambio de palabras entre el hombre y la diosa, la niña, ajena a él, estaba acariciando el lomo del extraño y bípedo animal. De su boca salían suaves sonidos susurrantes, como arrullos de una madre a su bebé. Su cara estaba iluminada, como en éxtasis.... Paulatinamente, fue rompiendo su idilio con el animal y empezó a hablar y luego a gritar:

- ¡ Madre, quiero este juguete, quiero llevarme este lindo juguete al otro
lado !

- Ceramista –preguntó la diosa- ¿ Qué es este extraño animal?

- Es un Koystonagu -contestó Luis.

- ¿ Qué es un Koystonagu, ceramista?

- Koystonagu es el nombre que yo he dado a esta obra. Tengo distintos
bocetos de otros Koystonagus. Podría estar haciendo Koystonagus el
resto de mis días.

En la cabeza de Luis se estaba estructurando un plan; tendría que mentir, pero pensaba que aunque las diosas conocieran su mentira, les tendría en cuenta el trato que les iba a proponer.

- Al no parecerse esta pieza a nada de mi mundo conocido-prosiguió Luis- le di un nombre sin semejanza a ninguna de las palabras contenidas en mi diccionario. Si la forma creada no era parecida a ninguna conocida, pensé que sería de otro mundo y puestos a pensar pensamientos imposibles, de los muchos que se me ocurren, también pensé que podría servir de juguete a algún hijo de alguno de los grandes dioses que habitan al otro lado. Como comprenderás, no sabía de tu existencia ni de la de tu hija, no se si habrá más seres como tú por ahí, pero intuí que alguien semejante a ti podría decidir sobre el fin de mi vida y pensé también que mis Koystonagus podrían ser unas bonitas y valiosas ofrendas a estos dioses desconocidos. Quizás sorprendiéndoles, de cuando en cuando con una nueva obra, quizá teniendo siempre alguna en proceso, la curiosida por verla terminada les impidiera acabar con mi vida.

- He entendido tus razones que más bien pienso que son una propuesta-dijo Dolomea- es más, la acepto. Creo que el trato puede ser interesante y ventajoso para ambas partes. Considero que tu vida es útil todavía. Sigue con tu trabajo. Nos llevamos el Koystonagu, ya que tanto ha gustado a mi hija. A cambio te permito que sigas viviendo por un tiempo, lo que tarde en quebrarse la pieza, luego, vendremos a por ti. Empieza un nuevo juguete y procura que guste más a mi hija que tú mismo.

El ceramista Luis seguía de pié en el taller con el cedazo de 100 mallas y la brocha de pelones recortados entre las manos . No sentía dolor en el pecho ni angustia en el alma. – Creo que estoy perdiendo la cabeza- se dijo- y continuó con su trabajo.

Pasó el material por el tamiz y se disponía a limpiar la brocha bajo el grifo del rincón. Se volvió para dirigirse al fregadero y entonces... un escalofrío recorrió su espalda al observar la plataforma de madera completamente vacía. Sus ojos se quedaron fijos contemplando la ausencia, su mente vacía de pensamientos. Así pasó un buen rato..... Luego, su carácter positivo tiró de él. De nuevo empezó a mirar hacia delante. Pensó que el desaparecido animalote estaba aún sin cocer, su duración, por tanto, en manos de una niña tan grande, iba a ser corta.

El horno seguía persistente en su alternancia. La lluvia exterior hacía lo propio. Acabó de tamizar los materiales para el vidriado y, visto lo visto, pensó que las pruebas ya no corrían tanta prisa. Pasó las mezclas a tres envases de cristal, dos de mermelada y uno de tomate frito. Eran las siete de la tarde. Solía dejar el taller alrededor de las nueve, hora de sacar a las perras y la basura. Tenía por delante dos horas. Podría empezar un nuevo Koystonagu, el juguete preferido de los dioses niños, los hijos de los grandes dioses.

lunes, 20 de julio de 2009

CONSIDERACIONES


En mis tiempos de estudiante de arte, continuamente, me planteaba el tipo de relación que yo tenía con mi obra. El porqué de que yo hiciera lo que hacía. Evidentemente, me entretenía. También me hacía sentirme importante pensando que el artista siempre despierta admiración en los demás. ¿Tenía yo una misión en la vida, tenía que hacer cosas que influyeran para cambiar el mundo? o simplemente trabajaba para mí mismo, para mi disfrute personal. ¿Trabajaba pensando en los posibles espectadores, en la forma de impresionarlos con mi obra, buscando sus alabanzas o trabajaba en su beneficio? También es posible que mi obra fuera simplemente el proceso, el ambiente artístico, esa forma peculiar de vivir.
Está claro que somos egoístas por naturaleza, que primero estamos nosotros y después los demás. Si hasta Jesús dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, suponiendo que en esta comparación el “ti mismo” era lo máximo a lo que se podía llegar por amor. Yo soy profundamente egoísta. Todo lo que hecho en mi vida lo he hecho por mí. Me he casado, he tenido hijos, y no por obligación, sino para mi propia satisfacción. Otra cosa es que estos actos hayan traído una concatenación de obligaciones posteriores ineludibles. Con mi obra ha pasado lo mismo. Haciendo lo que hacía, yo me veía distinto, superior, y está claro que no lo hacía pensando en los demás sino en mí mismo. Primero, obtenía satisfacción con el proceso, con el trabajo y luego con la posible admiración que éste pudiera despertar en los demás. Esta consideración externa debería ser natural, no provocada ni buscada. Creo que, esencialmente, lo que debe hacer un artista es trabajar en su taller. Si el esfuerzo de buscar la admiración externa es excesivo, va a quemar demasiadas energías, necesarias, por otra parte, para dedicarlas al trabajo propio. Creo que esto no merece la pena. Pero si no te has esforzado lo suficiente, en este aspecto, quizá tengas el taller repleto de obras después de años de trabajo. ¿Qué se hace con ellas? ¿Se destruyen en un suicidio sublimado para posteriormente volver a renacer cargado de vitalidad, para volver a empezar?

He recorrido un camino, el Camino. Cualquier otro hubiera sido bueno, siempre que se hubiera hecho a conciencia, disfrutando o sufriéndolo todo, con curiosidad, despacio para no perder detalle, volviendo, de vez en cuando, sobre tramos ya pasados o viendo las mismas cosas, los mismos paisajes desde distintos puntos de vista. Desde el valle, el picacho parece inaccesible. Cuando se sigue por la serpenteante vereda y se sube hasta la sierra, el pico se vuelve cercano, y, sin embargo, es el mismo que era. Una vez cerca, se puede ver desde distintos sitios, pero también se puede llegar a su lado y analizar sus partes que se convierten en nuevos todos. Se puede tocar como parte del proceso de conocimiento y seguir analizando hasta el infinito. Universos dentro del universo. Sé que todo son sensaciones, que todo sucede en el interior. Pero el conocimiento local es, puede ser, un conocimiento universal.
Lo importante es el camino y se hace porque sí, no con el fin de llegar a otro lugar. Realizar cada trabajo como si fuera el último, sin prisa por terminar. Acabar ¿para qué? ¿para volver a empezar? Una sola obra puede contener la esencia de todo. Un conjunto de obras puede perseguir el mismo fin y ser partes que se complementen para conformar una gran obra.
Buscar un sentido a la vida… el arte… sentirse alguien, entretenerse. En el fondo, siempre la esperanza de un reconocimiento exterior. Necesito convencer de mi valía, pero no me gusta dar explicaciones. Mi obra se explica sola, mi obra habla por mí. Hay amargura por la incomprensión, y como reacción, un rechazo hacia los demás. Son unos ignorantes por no conocerme, por no reconocerme, por no conocer, por no apreciar mi trabajo. El desprecio hacia los demás me aisla y aisla mi obra. Considero que la gente no merece disfrutarla. ¿Tiene capacidad para apreciar lo que hago? He visto muchas exposiciones y he observado cómo la mayoría apenas consume cinco minutos en ver el producto de tres años de trabajo. ¿No es descorazonador? ¿No se merecen los humanos el castigo del desprecio del artista? Y me incluyo yo mismo entre estos espectadores transeúntes pues hay ya poco en las exposiciones que logre emocionarme. Como mucho me entretengo en el anecdotario técnico.
Sólo me interesa realmente lo que yo hago, no como obra final, sino como camino. Porque en el camino me distraigo, me entretengo. Pero me gustaría que, al menos, las personas de mi entorno inmediato dieran valor a lo que hago, pensaran que estoy haciendo algo importante. ¿Para qué o para quién? Sentimientos contradictorios. Denoto que estas personas consideran que, simplemente estoy pasando el tiempo como el que ve la tele o rellena un crucigrama y quizá sea esa la verdad. ¿Acaso no es eso lo que yo siento?
Conforme va pasando el tiempo, me estoy integrando en el grupo de los no-artistas, me voy metiendo en el rebaño para estar más protegido, arropado y feliz, como todos los demás.

ARMAS BLANDAS



Se nos dobla el armamento. De tanto usarlas se derriten y se ponen blandas. Quizá también se estiren y, ya flexibles, nos lleguen al culo, y de esta forma podremos autojodernos. Estamos hartos. Ya está bien de generosidad, siempre repartiendo sin dejar nada para nosotros. Nos vamos a poner a gustito con esta medicina nuestra.

martes, 7 de julio de 2009

HUESOS Y FRAGMENTOS


HUESOS Y FRAGMENTOS

HUESOS Y FRAGMENTOS

HUESOS Y FRAGMENTOS


El Universo lo concibo como una unidad. Infinito en su extensión hacia fuera, hacia lo grande; infinito hacia dentro, hacia lo pequeño. Divisible, como unidad, en fragmentos semejantes, a su vez divisibles en otros fragmentos parecidos entre sí y con idéntica estructura pero en otro nivel y con sus propias y adaptadas leyes físicas y químicas.
Un universo divisible en universos más pequeños hasta llegar no se sabe donde en su fragmentación y a su vez, estos pequeños mundos agrupables, formando nuevos conjuntos, nuevos mundos o entes compuestos, hasta llegar a provocar el vértigo.Un sistema planetario y un sistema atómico, tan alejados en su tamaño pero ¡cuanta semejanza!
No puedo creer que la vida se limite a los seres llamados vivos. Más bien creo que se extiende más allá ,hacia una materia llamada inorgánica. La tierra, el agua, las rocas son fragmentos de un conjunto, que agrupados forman un cuerpo lleno de vida.
Comparemos el agrupamiento llamado planeta Tierra con otro llamado cuerpo humano, considerados como conjuntos inmediatos pero en diferente escala de tamaño.
El hombre es, en su conjunto, un sistema que funciona, perfectamente estructurado en unidades más pequeñas agrupadas con sistemas de funcionamiento superpuestos o solapados. Una célula ¿No es un individuo?. Tiene su especialización y trabaja dentro del sistema cumpliendo una función supeditada al todo. ¿Qué son los leucocitos sino individuos moviéndose dentro del mundo-cuerpo humano, fagocitando y formando anticuerpos ,defendiéndonos de las bacterias invasoras, individuos también, agresivos al cuerpo del gran individuo al que han invadido? ¿Qué es la estructura ósea la carne, el fluido sanguíneo sino la materia que forma el mundo llamado cuerpo animal? ¿Porqué la vida se ha de limitar a este nivel?

Si nuestra estructura, la que compone y soporta nuestro cuerpo, es materia
viva, ¿Porqué la tierra, las rocas, el agua han de estar muertas si ellas mismas son la estructura que compone y soporta un ser llamado tierra semejante al humano pero de un nivel superior en tamaño y con una forma exterior aparente muy diferente?

Este cuerpo, este ser, aparte de su estructura básica, sobre la que se puede discutir si es materia viva o no, contiene otros cuerpos, otros individuos, que sí consideramos vivos: animales y plantas que están en él , que forman parte de él tanto como los Leucocitos integran el cuerpo-mundo-ser humano.

Cada unidad de una clase, cada sistema de unidades, cada organización es un
Fragmento de un cuerpo más grande divisible y agrupable hasta el infinito.

No me resigno a creer que la arcilla con la que trabajo sea materia muerta inanimada. ¿Acaso no es soporte, en el estado en que la uso, de infinidad de microorganismos, que la hacen evolucionar, madurar, que le dan plasticidad? La arcilla no es sólo ella, es también todo lo que vive en ella y cuando la manipulo he de llegar a ciertos acuerdos con ella. Pactos entre dos sistemas, unidades diferentes, el humano y el arcilloso, componentes a subes de una unidad superior: el planeta tierra.

He establecido, en este loco elucubrar, que todo, absolutamente todo es materia viva. Ahora quiero dar un paso más. Entre todos los seres vivos, ¿sólo el hombre piensa? ¿Sólo el hombre es inteligente? Este pensamiento me parece de una pedantería insultante. Puede haber grados, según nuestros humanos patrones, distintas calidades de pensamientos, pero donde hay vida ha de haber inteligencia. Eso que en Teología se llama alma, tan intangible, que está alrededor o dentro y que surge de la relación entre neuronas, individuos-fragmentos de ese agrupamiento llamado cuerpo animal o de ese otro llamado cuerpo inerte.

Pero ¿cómo se puede llamar inerte (del Latín iners-artis, falto de arte) a alguien tan viva como la arcilla, que produce arte, que genera vida, que hace que los sentimientos del creador y del espectador sintonicen y que los cuerpos se alteren hasta llegar al gozo o al dolor?

Estas ideas que apunto, que siempre han estado en mí como parte de un sentimiento mágico, panteista, ancestral y latente, forman el eje conceptual sobre el que se estructura mi obra. Mis fuentes son naturales, no hay abstracción en los productos sino en los pensamientos que en mí generan. Observo la formas orgánicas y trato de escudriñar más allá de su apariencia visual. Analizando sus detalles, sintetizando su estructura, tratando de descubrir diseños básicos comunes a distintos sistemas de organización.

Fragmentación, microformas. Cada fragmento de nuevo dividido en múltiples fragmentos y agrupados y sobredimensionados en movimientos hacia dentro y hacia fuera en ejercicios de aproximación y alejamiento, fiel reflejo de mis propios pensamientos. La espiral estructura todos estos movimientos, estableciendo puntos de vista direccionales con ángulos cada vez más anchos o más estrechos pero siempre en una aproximación o alejamiento de mi yo más profundo, de mi centro, que es también el centro del mundo, del universo. Si en un principio mi obra parte de un elemento natural modificado, luego, en sucesivos pasos, sólo parte de sí misma y sólo tiende hacia sí misma, que es lo mismo que decir que sólo tiende hacia mí.

A veces pienso que no hago cerámica, sino que la cerámica me está haciendo a mí. Alquimista, Aureliano Buendía...Necesito trabajar todos los días, tocar, acariciar, modelar la arcilla, modificar su estructura, transmutarla en el horno. En cada pieza que sale, purificada por el fuego, hay algo de mí, hay algo de una inmolación, de un suicidio para poder revivir en un hombre nuevo. Me interesa, más que la obra terminada, el proceso. Es lo que me está formando. No me entristece demasiado si la pieza rompe o si no funciona el esmalte, siempre que estos accidentes aporten algo a mi conocimiento, a mi formación, siempre que me ayuden a entender a mis amigos materiales(material es nombre, amigo es adjetivo).Con entender lo que ha pasado es suficiente. Los materiales no se equivocan actúan como deben, según su carácter y las premisas aportadas.

Mi obra es mi propio pensamiento materializado.

Quizá no encuentre nunca la piedra filosofal y es mejor que no la encuentre, porque entonces, será el final del viaje. El final de una obra es el final del gozo. No disfruto demasiado en su contemplación. Inmediatamente, una gran ansiedad se apodera de mí. Necesito empezar de nuevo para sentirme vivo. Como Serezade, la bella cautiva condenada a muerte de las “Mil y una noches” que siempre dejaba inconcluso su cuento para que el cruel califa la dejara vivir un día más. ¿No estaré asimismo yo embobando con mi obra a algún ente superior desconocido para que me deje vivir, para seguir trabajando, para seguir con mi interminable cuento?....”

sábado, 6 de junio de 2009

EL GOLEM


El Golem deambulaba por los callejones del gueto soñando con que su rabino olvidara borrar la primera letra de la palabra sagrada “emeth”. Total, tampoco su vida era una gran cosa. Aparte de barrer y fregar la estancia de su señor, no hacía demasiado daño. Tan sólo asustar a niños, viejas timoratas y sucios usureros. Y siempre que esto pasaba y se formaban motines amenazando con su linchamiento, terminaba escondido en las alcantarillas, asomando la cabeza y su largo cuello por el urinario, sin más visión que las sucias vergas de los judíos pobres de Praga.

martes, 2 de junio de 2009

¡ YA ESTAMOS AQUÍ !

¡YA ESTAMOS AQUÍ!

Hemos vivido
tanto tiempo a tu lado…
Compartimos tus momentos de regocijo,
tus tristezas, tus fracasos.
Hemos asistido al trabajo
contigo
entrado en el bar contigo,
hemos comido en tu mesa,
hemos estado en la cama
contigo
y tocando a tu mujer
sentimos, contigo,
voluptuosos placeres.
Tanto tiempo a tu lado,
conformándonos,
y tu sin enterarte…
y ahora de pronto surgimos
ante ti
como brotes en primavera.
¡Ya estamos aquí!
ante tus aterrados ojos;
Pero ¿Porqué tienes miedo
ahora que estás tan cerca de la verdad?
Has ido muy lejos en tus pensamientos
y no tendrás más remedio que aceptarnos.



martes, 12 de mayo de 2009

JUEGO DE BOLOS


Obra compuesta de 11 piezas realizadas en refractario, con dibujos realizados en óxido de cobre bajo cubierta transparente de alta temperatura. Posterior acabado con vidriado de cromo de baja temperatura. Realizado en 2006. Cocciones: 1260, 1260 y 700º.

domingo, 10 de mayo de 2009

ceramicidio

Destrucción de una pieza (El Golen) ceramica de la que no quedé tecnicamente satisfecho. Cabeza inexpresiva encajada en un urinario. Todo fué construido mediante un modelado directo a base de pequeñas planchas, excepto la cabeza que fué sacada de molde al apretón.

miércoles, 6 de mayo de 2009

IN MEMORIAN

" Odessa, 1905. Ahora, siempre y en todo lugar. Gres blanco y refractario. 1260º, 700º

domingo, 26 de abril de 2009