martes, 7 de julio de 2009

HUESOS Y FRAGMENTOS


El Universo lo concibo como una unidad. Infinito en su extensión hacia fuera, hacia lo grande; infinito hacia dentro, hacia lo pequeño. Divisible, como unidad, en fragmentos semejantes, a su vez divisibles en otros fragmentos parecidos entre sí y con idéntica estructura pero en otro nivel y con sus propias y adaptadas leyes físicas y químicas.
Un universo divisible en universos más pequeños hasta llegar no se sabe donde en su fragmentación y a su vez, estos pequeños mundos agrupables, formando nuevos conjuntos, nuevos mundos o entes compuestos, hasta llegar a provocar el vértigo.Un sistema planetario y un sistema atómico, tan alejados en su tamaño pero ¡cuanta semejanza!
No puedo creer que la vida se limite a los seres llamados vivos. Más bien creo que se extiende más allá ,hacia una materia llamada inorgánica. La tierra, el agua, las rocas son fragmentos de un conjunto, que agrupados forman un cuerpo lleno de vida.
Comparemos el agrupamiento llamado planeta Tierra con otro llamado cuerpo humano, considerados como conjuntos inmediatos pero en diferente escala de tamaño.
El hombre es, en su conjunto, un sistema que funciona, perfectamente estructurado en unidades más pequeñas agrupadas con sistemas de funcionamiento superpuestos o solapados. Una célula ¿No es un individuo?. Tiene su especialización y trabaja dentro del sistema cumpliendo una función supeditada al todo. ¿Qué son los leucocitos sino individuos moviéndose dentro del mundo-cuerpo humano, fagocitando y formando anticuerpos ,defendiéndonos de las bacterias invasoras, individuos también, agresivos al cuerpo del gran individuo al que han invadido? ¿Qué es la estructura ósea la carne, el fluido sanguíneo sino la materia que forma el mundo llamado cuerpo animal? ¿Porqué la vida se ha de limitar a este nivel?

Si nuestra estructura, la que compone y soporta nuestro cuerpo, es materia
viva, ¿Porqué la tierra, las rocas, el agua han de estar muertas si ellas mismas son la estructura que compone y soporta un ser llamado tierra semejante al humano pero de un nivel superior en tamaño y con una forma exterior aparente muy diferente?

Este cuerpo, este ser, aparte de su estructura básica, sobre la que se puede discutir si es materia viva o no, contiene otros cuerpos, otros individuos, que sí consideramos vivos: animales y plantas que están en él , que forman parte de él tanto como los Leucocitos integran el cuerpo-mundo-ser humano.

Cada unidad de una clase, cada sistema de unidades, cada organización es un
Fragmento de un cuerpo más grande divisible y agrupable hasta el infinito.

No me resigno a creer que la arcilla con la que trabajo sea materia muerta inanimada. ¿Acaso no es soporte, en el estado en que la uso, de infinidad de microorganismos, que la hacen evolucionar, madurar, que le dan plasticidad? La arcilla no es sólo ella, es también todo lo que vive en ella y cuando la manipulo he de llegar a ciertos acuerdos con ella. Pactos entre dos sistemas, unidades diferentes, el humano y el arcilloso, componentes a subes de una unidad superior: el planeta tierra.

He establecido, en este loco elucubrar, que todo, absolutamente todo es materia viva. Ahora quiero dar un paso más. Entre todos los seres vivos, ¿sólo el hombre piensa? ¿Sólo el hombre es inteligente? Este pensamiento me parece de una pedantería insultante. Puede haber grados, según nuestros humanos patrones, distintas calidades de pensamientos, pero donde hay vida ha de haber inteligencia. Eso que en Teología se llama alma, tan intangible, que está alrededor o dentro y que surge de la relación entre neuronas, individuos-fragmentos de ese agrupamiento llamado cuerpo animal o de ese otro llamado cuerpo inerte.

Pero ¿cómo se puede llamar inerte (del Latín iners-artis, falto de arte) a alguien tan viva como la arcilla, que produce arte, que genera vida, que hace que los sentimientos del creador y del espectador sintonicen y que los cuerpos se alteren hasta llegar al gozo o al dolor?

Estas ideas que apunto, que siempre han estado en mí como parte de un sentimiento mágico, panteista, ancestral y latente, forman el eje conceptual sobre el que se estructura mi obra. Mis fuentes son naturales, no hay abstracción en los productos sino en los pensamientos que en mí generan. Observo la formas orgánicas y trato de escudriñar más allá de su apariencia visual. Analizando sus detalles, sintetizando su estructura, tratando de descubrir diseños básicos comunes a distintos sistemas de organización.

Fragmentación, microformas. Cada fragmento de nuevo dividido en múltiples fragmentos y agrupados y sobredimensionados en movimientos hacia dentro y hacia fuera en ejercicios de aproximación y alejamiento, fiel reflejo de mis propios pensamientos. La espiral estructura todos estos movimientos, estableciendo puntos de vista direccionales con ángulos cada vez más anchos o más estrechos pero siempre en una aproximación o alejamiento de mi yo más profundo, de mi centro, que es también el centro del mundo, del universo. Si en un principio mi obra parte de un elemento natural modificado, luego, en sucesivos pasos, sólo parte de sí misma y sólo tiende hacia sí misma, que es lo mismo que decir que sólo tiende hacia mí.

A veces pienso que no hago cerámica, sino que la cerámica me está haciendo a mí. Alquimista, Aureliano Buendía...Necesito trabajar todos los días, tocar, acariciar, modelar la arcilla, modificar su estructura, transmutarla en el horno. En cada pieza que sale, purificada por el fuego, hay algo de mí, hay algo de una inmolación, de un suicidio para poder revivir en un hombre nuevo. Me interesa, más que la obra terminada, el proceso. Es lo que me está formando. No me entristece demasiado si la pieza rompe o si no funciona el esmalte, siempre que estos accidentes aporten algo a mi conocimiento, a mi formación, siempre que me ayuden a entender a mis amigos materiales(material es nombre, amigo es adjetivo).Con entender lo que ha pasado es suficiente. Los materiales no se equivocan actúan como deben, según su carácter y las premisas aportadas.

Mi obra es mi propio pensamiento materializado.

Quizá no encuentre nunca la piedra filosofal y es mejor que no la encuentre, porque entonces, será el final del viaje. El final de una obra es el final del gozo. No disfruto demasiado en su contemplación. Inmediatamente, una gran ansiedad se apodera de mí. Necesito empezar de nuevo para sentirme vivo. Como Serezade, la bella cautiva condenada a muerte de las “Mil y una noches” que siempre dejaba inconcluso su cuento para que el cruel califa la dejara vivir un día más. ¿No estaré asimismo yo embobando con mi obra a algún ente superior desconocido para que me deje vivir, para seguir trabajando, para seguir con mi interminable cuento?....”

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